El 8M (08 de marzo) es día internacional de la mujer y se celebra desde 1975, cuando la Organización de las Naciones Unidas (ONU), estableció esta fecha como recordatorio de los sucesos que visibilizaron la precariedad que vivían las mujeres a nivel mundial.
Uno de ellos fue la muerte de 130 trabajadoras durante un incendio en una fábrica en Nueva York en 1911 cuando protestaban para exigir mejores condiciones de trabajo. Mientras que el segundo evento, también en ese mismo año, fue la movilización internacional de mujeres en Alemania, Austria, Suiza y Dinamarca para reclamar su derecho al voto, mejores condiciones de trabajo y la igualdad entre los sexos. [1]
Esta conmemoración nos lleva a reflexionar el punto de vista del derecho humano de la mujer a vivir una vida libre de violencia y lo instituido por Dios al respecto.
Entendiendo como violencia toda conducta, acción u omisión, que de manera directa o indirecta, basada en una relación desigual de poder, cause por consecuencia un daño físico, psicológico, emocional, económico o sexual., incluidas las amenazas de tales conductas, la coacción o la privación de libertad, tanto en la vida pública como en la privada.
La violencia contra la mujer, atenta contra la dignidad, integridad y libertad de la mujer, pues el agresor tiene como objetivo controlar, manipular, degradar y humillar a la mujer.
Por otro lado, la Misoginia, según laLey Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación de México, es la conducta discriminatoria, en el mismo estatus que la homofobia, la xenofobia, la segregación racial y el antisemitismo. Y la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia en el artículo, 5 fracción XI refiere que son: “…conductas de odio hacia la mujer y se manifiesta en actos violentos y crueles contra ella por el hecho de ser mujer”.
Así, la violencia y la misoginia prevalecen en culturas o sociedades que consideran a las mujeres inferiores a los hombres y redunda en práctica de subordinación, sometimiento, violencia e incluso crímenes contra las mujeres.
Entendiendo esto, es necesario saber que Dios coloca a la mujer en el mismo nivel que el hombre, al afirmar que “No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos son uno en Cristo Jesús” – Gálatas 3:28.
Lo que nos lleva a concluir que Dios nos ama por igual, ya que no hace acepción de personas como se puede apreciar en la Biblia Reina-Valera 1960, particularmente en:
· Hechos 10:34 “Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas,”
· Romanos 2:11 “porque no hay acepción de personas para con Dios”.
· Gálatas 2:6 “Pero de los que tenían reputación de ser algo (lo que hayan sido en otro tiempo nada me importa; Dios no hace acepción de personas), a mí, pues, los de reputación nada nuevo me comunicaron”.
Además, no podemos avanzar sin considerar que DIOS ES AMOR, pues así es como Él se identifica con nosotros, en 1ª Juan 1:7-8 “7 Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. 8 El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.”
Así, tenemos que Dios es amor, justicia, misericordia y perdón, reprobando toda violencia, como dice: Salmo 11:5. “El Señor examina a justos y a malvados, y aborrece a los que aman la violencia”; Salmo 89:14 “Justicia y juicio son el cimiento de tu trono; Misericordia y verdad van delante de tu rostro”; y Colosenses 3:8 “Pero ahora abandonen también todo esto: enojo, ira, malicia, calumnia y lenguaje obsceno”
Y es por ello, que Dios demanda que los hombres traten a las mujeres con amor, dignidad y respeto, como se puede apreciar en: Efesios 5:25 “Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella”. 1 Pedro 3:7 “7 Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo.” Efesios 5:28-29 Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. 29 Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia,”.
Lo que conlleva a entender con sencillez, que el sistema jerárquico establecido por Dios, para la excelencia en la funcionalidad familiar y espiritual, es debido únicamente al diseño biológico especifico del hombre y de la mujer, quienes cuentan con particularidades físicas y hormonales distintas, distribuyéndoles funciones diversas, pero no porque uno sea superior al otro, siendo indiscutible que Dios ama, protege y reconoce a las mujeres igual que a los hombres, y que es el pecado de los hombres lo que corrompe la convivencia.
Lic. Jacqueline Cárdenas Silva
08-marzo-2022
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